
ABRIL 15 de 2022
OCTAVA ESTACIÓN
Jesús encuentra a las mujeres
V /. Te adoramos, Cristo, y te bendecimos.
R /. Que por tu Santa Cruz redimiste al mundo.
Lc 23, 27-31
Lo seguía un gran gentío del pueblo, y de mujeres que se golpeaban el pecho y lanzaban lamentos por él. Jesús se volvió hacia ellas y les dijo: «Hijas de Jerusalén, no lloréis por mí, llorad por vosotras y por vuestros hijos, porque mirad que vienen días en los que dirán: “Bienaventuradas las estériles y los vientres que no han dado a luz y los pechos que no han criado”. Entonces empezarán a decirles a los montes: “Caed sobre nosotros”, y a las colinas: “Cubridnos”; porque, si esto hacen con el leño verde, ¿qué harán con el seco?
En esta estación vamos a contemplar la realidad de la JUVENTUD
Jesús se encuentra con las mujeres de Jerusalén que lloran por él.
Las palabras de Jesús a aquellas mujeres se hacen realidad en nuestro tiempo “llorad por vosotras y por vuestros hijos”. Son muchas las lágrimas de quienes ven cómo sus hijos van teniendo una visión de la vida contraria a la que los padres han pretendido. Lágrimas de tristeza por el sufrimiento que provocan. Lágrimas de dolor por la violencia que presencian dentro de su hogar. Lágrimas de impotencia al ver que ellos solos no pueden poner remedio a lo que ven diariamente en su casa. Lágrimas de quien vive en su propia carne el acoso en el ámbito escolar.
Las lágrimas no nos tienen que detener y nos tenemos que plantear constantemente quiénes se ocupan de darles diversión y entretenimiento, quiénes entran en sus habitaciones a través de las pantallas, a quiénes los entregan para que los guíen en su tiempo libre. Sólo los momentos que pasamos con ellos, hablando con sencillez y cariño de las cosas importantes, y las posibilidades sanas que creamos para que ellos ocupen su tiempo, permitirán evitar una nociva invasión. Siempre hace falta una vigilancia. El abandono nunca es sano. Los padres deben orientar y prevenir a los niños y adolescentes para que sepan enfrentar situaciones donde pueda haber riesgos, por ejemplo, de agresiones, de abuso o de drogadicción. (AL 260)
Las lágrimas de nuestros ojos nos invitan a limpiar nuestra mirada y ver la necesidad de ayudar a nuestros jóvenes, a nuestros adolescentes, a nuestros niños en un proceso educativo que les permita madurar e ir creciendo no sólo con la fuerza de la voluntad sino con la conquista de una libertad personal que se alimente de la verdad y la caridad.
V /. Señor pequé.
R /. Ten piedad de mí y de todos los pecadores.
Padre Nuestro, Ave María y Gloria